Vuelvo y repito: si intentamos lo mismo obtendremos los mismos resultados. La lucha contra la desigualdad va más allá de exigir acceso a la universidad o a un computador. Para reducir la pobreza necesitamos priorizar la franja de mayor impacto y los estudios sugieren que son los cinco primeros años de edad de una persona.

Al construir un edificio ¿qué es lo más importante? Las bases. Si los cimientos son fuertes, la construcción puede que tenga muchos años, pero no tendrá mayores problemas. Si las bases quedan mal, por más que tenga bonita fachada, muy probablemente tendrá varios problemas a futuro.

Asociamos la desigualdad a la distribución de ingreso, pero realmente comienza mucho más temprano. Según el Centro para el Niño en Desarrollo de Harvard, durante los primeros cinco años de vida se generan el mayor número de conexiones cerebrales: más de 1 millón cada segundo, desarrolla 90% del cerebro y las bases para el desarrollo cognitivo y emocional. Esto quiere decir que si un niño nace en un hogar vulnerable y recibe menos atención en sus primeros años, verá limitado su futuro, perpetuando la desigualdad.

Bogotá ha hecho avances importantes en aumentar la atención integral en la primera infancia, pero la cobertura está lejos de llegar a 100% y solo construyendo nuevos jardines sociales no vamos a lograrlo ni siquiera en los próximos 20 años. Por eso debemos tener presente la estrategia nacional “De cero a siempre”, las experiencias locales y los ejemplos internacionales con resultados probados. Pero la labor también debe venir de las familias.

Muchas veces los papás no saben cómo abordar temas fundamentales como la estimulación temprana. Los estudios indican que cuando los padres tienen buena información, sus actitudes y decisiones favorecen a sus hijos. Por eso, propongo que con tecnología básica, barata y accesible -como los mensajes de texto- se genere una alternativa para que los papás y cuidadores reciban en su celular consejos fáciles de implementar con sus hijos. Esto puede parecer arcaico, pero es una gran herramienta complementaria para la política de primera infancia.

¿Cómo funcionaría? Desde el momento en que arranca el embarazo las mamás quedarían registradas en el sistema y recibirían mensajes de texto, por cinco años, acordes a la etapa y edad del niño. Los padres tendrían información sobre cuál es la mejor alimentación, la importancia de la música, de hablarles desde los primeros días de vida, de darles espacio para el movimiento, entre otras cosas. ¿Qué padre no quiere lo mejor para sus hijos? ¿Acaso no nos gustaría que un experto nos guiara a diario sobre qué hacer y qué no hacer? Por ejemplo, ¿sabía que los niños disfrutan que sus padres les lean en voz alta desde las seis semanas de nacidos? ¿No? Ahora, ¿le hubiese gustado que esto se lo hubiesen informado? Bueno, es la respuesta a mi propuesta. Esto resultaría muy relevante para las familias de escasos recursos que no tienen acceso a la información que sí tienen las familias de más ingresos.

Los niños no votan, no se oponen, aún no se les ha despertado la rebeldía y no entienden las complejidades del mundo. Es nuestra responsabilidad como padres estar mejor informados para poder exigir por ellos y ser la voz que les ayude a tener más oportunidades. Invertir en los primeros años nos reducirá costos a futuro en educación compensatoria, salud e incluso el sistema judicial.

Fuente: La República