Es imposible pensar en la década de los 90 en Colombia y no recordar los apagones vividos durante 1992-1993. Esta situación fue producto del mal manejo del sector energético, que para ese momento era público en casi su totalidad. Los retrasos en la puesta en marcha de proyectos de generación de energía y la incapacidad efectiva de los generadores existentes fueron los principales determinantes del racionamiento. La cereza del pastel fueron las sequías que disminuyeron la disponibilidad de recursos hídricos que son indispensables para garantizar la suficiencia energética del país. Todo lo anterior condujo a un terrible desenlace para los colombianos: 343 días de racionamiento eléctrico de hasta 10 horas diarias.

Desde ese entonces, el país no ha presentado nuevos racionamientos, ni siquiera durante las intensas sequías de 2015-2016. Una de las razones que ha permitido no repetir esta historia en los últimos 30 años es la descentralización del sistema eléctrico, que trajo consigo la participación privada y competitividad en el sector. Desconocer lo anterior es condenar a los colombianos a revivir los fracasos de un sistema 100% estatal.

Tal y como lo advertí durante el debate de control político en el que cité a la ministra Irene Vélez el pasado 22 de marzo, la coyuntura puede configurar un coctel explosivo que, de no tomarse las acciones adecuadas desde el Ministerio de Minas y Energía, nos pone en riesgo de un racionamiento eléctrico en 2025-2026. 

Por un lado, la llegada del Fenómeno del Niño es inminente; los diagnósticos más recientes muestran una probabilidad de ocurrencia del 62% durante mayo-julio de este año. Por otro lado, elementos del contexto internacional como la guerra de Rusia-Ucrania han generado un alza en los precios de los insumos de la generación térmica de energía, aquella que se produce a partir de gas natural, carbón y combustibles líquidos.

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