Además de cuidar el medio ambiente hay otra razón por la que es muy seductor reciclar: es una idea millonaria. Según estudios realizados por el Concejo de Bogotá en 2018, enterramos diariamente $1.000 millones en el relleno Doña Juana representados en plástico, papel, cartón y metal que podrían ser re-utilizados y convertidos en nuevos productos. Bogotá genera 7.200 toneladas diarias de residuos al día y sólo se recicla entre 14% y 16%, con un buen manejo de residuos se aprovecharía hasta un 80% del material que consideramos basura.
Si seguimos proponiendo lo mismo tendremos los mismos resultados. Por eso creo que a Bogotá le llegó la hora, o más bien, la oportunidad de valorizar lo que consideraba “basura” y meterle la ficha al aprovechamiento de residuos y su transformación para convertirlo en un sector alternativo de la economía, fuente de empleo y generador de valor e innovación: economía circular.
El relleno Doña Juana tendrá vida útil hasta el 2023 y está a punto del colapso, se salió de las manos. Concuerdo con la investigación de Manuela Uribe, magíster en estudios de arquitectura con certificación en diseño urbano del MIT, debemos alcanzar un sistema circular para no terminar el ciclo de los residuos en el relleno sanitario, sino convertirlos en materia prima de nuevos productos. Por eso, es necesario alinear intereses de los actores que participan de cada fase. Empezaría por el ciudadano, quien separa en la fuente; luego los recicladores, quienes clasifican el material aprovechable y lo comercializan; en tercer lugar, nuevas empresas que, con diseño y tecnología, transformarían los residuos en productos o insumos útiles que finalmente serían vendidos a otras empresas, al distrito y a otros ciudadanos, quienes comienzan el ciclo nuevamente.
Si bien hemos venido promoviendo la educación en el manejo de residuos, no hemos logrado que sea un hábito. Aún no sabemos cómo separar los residuos, ni sentimos la necesidad de hacerlo. Es por esto que el sistema debe ir acompañado de capacitación y de un programa de incentivos para quienes separan en la fuente. Qué tal replicar la exitosa campaña de ahorro de energía “Ahorrar paga” en “reciclar paga”, incentivando a quienes lo hacen y castigando a quienes no. También incluir al sector empresarial para que motiven el reciclaje de sus propios productos o de los materiales que sirven para su producción y los ciudadanos puedan ir a entregarlos en sus tiendas a cambio de obtener descuentos en próximas compras. Como lo hace la marca H&M, que recibe ropa en desuso para reutilizar los textiles en productos como paños y partes de otra colección de moda, o reciclar el material transformándolo en productos para la industria automovilística, fibras de textiles, entre otros.
En segundo lugar, hay que crear laboratorios de recolección y transformación que serían estaciones donde se recibirían residuos sólidos que recogen los camiones de basura en los barrios y allí se separarían los que tienen potencial de transformación. Esta idea sería diferente a las ECA que existen, puesto que serían verdaderos centros de innovación y estarían dotados de nuevas tecnologías financiadas por alianzas público-privadas.
Así ganamos todos: las ciudades reducen la cantidad de material que colapsan los rellenos sanitarios, la industria obtendría materia prima más económica y se consolida un sector que puede jugar un rol importante en el desarrollo económico y en el medio ambiente.