Seamos sinceros, entrar a redes sociales se está convirtiendo en algo un poco difícil. Hace unos días intentando leer opiniones en una de estas herramientas no resistí más de diez minutos, me encontré con un mar de insultos, calumnias, amenazas: veneno de todos contra todos.
Esta es una radiografía de en qué estamos y no precisamente estamos construyendo un mejor país, nos estamos polarizando cada vez más en extremos casi irreconciliables, creando diferencias abismales entre unos y otros, nos estamos dividiendo entre ideologías y olvidando que ante todo somos colombianos.
La mejor forma de ver esta ideologización es a partir de lo que uno encuentra en redes sociales. Por eso vale la pena reflexionar sobre si esta oportunidad que nos dio la revolución digital la estamos asumiendo con responsabilidad o no. Los temas que más nos dividen son muy claros y han sido objeto de estudio: política, fútbol, religión y nuestras posiciones sobre la protección animal.
Los comentarios a noticias son más tóxicos que los trinos que pone cada usuario, se presentan más mensajes tóxicos de hombres a mujeres que al revés, sin embargo, estudios demuestran que hay más usuarios no tóxicos que tóxicos, que estos últimos no son un puñado y que la audiencia, que juega un papel fundamental, es pasiva a la hora de tratar de mediar o bajar los ánimos en las discusiones.
Vivimos en un país que por fortuna es garante de las libertades personales, pero hay que recordar que ellas terminan cuando empiezan a vulnerar los derechos de los demás.
Lo que está ocurriendo en redes sociales es muestra de que nos están ideologizando, algunos pretenden que nuestras vidas sean de derecha o de izquierda para satisfacer algún interés político, pero olvidan que los problemas no tienen ideología, pasan por alto que la inseguridad nos afecta a todos, que el mal servicio de transporte también, que la falta de educación de igual forma y que no se soluciona con un debate de derecha o de izquierda, se soluciona con medidas y con resultados.
Claro que sí, está bien que tengamos posiciones contrarias, estoy a favor del debate, bienvenidas las diferencias, nos hace muy bien pensar de maneras diferentes porque así construimos un país incluyente, pero lo que está sucediendo en el mundo digital es un rififafe por quién tiene la razón, imponiendo a los demás la visión que se tiene sobre determinado asunto, subestimando, señalando y cayéndole en masa a quienes se atreven a tener una opinión distinta y puede que todo esto un día transgreda la barrera de lo digital y termine con un triste y fatídico final.
Estamos confundiendo la libertad de expresión con la irresponsabilidad para opinar, hacer oposición con llevarla contraria y argumentar con sembrar odio, como si se nos olvidaran la cantidad de conflictos, muertos y dolor que ha dejado a la historia del mundo dividirnos en ideologías y no en buscar soluciones sanas y efectivas, muy por encima del capital político de algún personaje público. Hace menos de 30 años en Berlín se levantó un muro y vale recordar que aún vivimos la época en que existen 2 Coreas.
Esta es una alerta y una invitación para que cada uno piense dos veces antes de señalar y declararse “anti-algo” en redes sociales. Esta columna es un golpe para que se autoevalúe, porque encasillarnos, crear estigmas e imaginarios puede que terminen dando un completo salto del mundo digital al análogo y concluyen en una verdadera y triste división.
Ahora que tengo su atención: invito a la industria del software, a empresarios y emprendedores a que se inscriban en los Premios Ingenio. Siempre hay mucha más gente que construye país.
 
Fuente: La República