Entre Medellín y Bojayá hay cientos de montañas. Tierra, mucho verde, arbustos; un paisaje de formas asimétricas y colores oscilantes, verde selva, naranja, negro, tierra. No hay muchas edificaciones. Sólo se pueden ver algunas casas, diminutas desde el cielo.
Llegar a Bojayá es una travesía. Si se va desde Bogotá, es necesario viajar a Medellín y allí tomar una avioneta muy pequeña, una Cessna 205, que suena como un carro antiguo que recorre hasta Vigía del Fuerte en total 76 millas naúticas. Al llegar, es necesario embarcarse en una lancha durante media hora hasta al nuevo Bellavista. Se le dice ‘nuevo‘ porque desde hace unos años todos los sobrevivientes de la masacre del 2 de mayo del 2002 se reubicaron en una tierra a dos kilometros del lugar de la tragedia con toda una infraestructura nueva que les prometió el gobierno de Álvaro Uribe. En el pueblo cuentan que les cumplió.
Bojayá es muy apartado y quizás por eso muy pocos colombianos conocen este lugar. Sin embargo, los colombianos están conectados con ese lugar del pacífico por el recuerdo de la masacre en la que 79 personas inocentes murieron después de que las FARC estallaron un petardo en la iglesia del lugar como resultado de un enfrentamiento con los paramilitares para ver quién se quedaba con liderazgo de aquella zona.
Conectar Bojayá parece, por eso, un juego de palabras. El jueves 30 de marzo del 2017, todos los habitantes del pueblose encontraban expectantes ante la llegada del ministro David Luna y toda una comitiva para celebrar la llegada de la internet de alta velocidad al municipio.
En un trabajo en conjunto entre el Ministerio de Tecnologías de la información y las Comunicaciones, la fundación Arteria, Artbo, la red de envíos 4-72, la Policía Nacional y la alcaldía de Bojayá se organizó en el coliseo del municipio chocoano el evento en el que se daría la bienvenida a la internet. Allá se hizo entrega a 1.510 tabletas para educar, 42 kioskos vive digital, una zona de Wifi gratis y 103 conexiones de última milla para que las personas tengan acceso a la red desde sus casas. En dicho proyecto se invirtieron 7.000 millones de pesos que fueron el resultado de una subasta de las obras que quedaron después de que el Gobierno abriera un concurso público para que diseñadores y artistas propusieran el que debería ser el símbolo de la firma de la paz.
Todos estaban con la camiseta puesta desde las 8:00 a.m. El ministro llegó alrededor de las 11 a.m. Sin importar la espera, los estudiantes de la única escuela del municipio estaban muy organizados con su uniforme pulcro color amarillo y una sonrisa en la cara de cada uno. La espera no se hizo tan larga gracias al soldado José Duran Montoya que por alegrar el día estaba de payaso tratando de sacarle carcajadas al público mediante concursos de baile en donde la música que acompañaba se alternaba entre reggueaton y champeta.
Pero el alboroto aumentó cuando llegó el ministro Luna, quien después de los actos protocolarios en los que se cantaron los himnos de Colombia, Chocó y Bojayá, les dijo «Necesitaba venir, verlos a los ojos y conocer la grandeza de su corazón». Luego les confesó: «Vengo hoy a Bojayá no sólo por instrucciones del presidente Santos, sino porque me nace en el corazón, a aprenderles, a ponerme en sus zapatos, sentir su muy inmensa grandeza».
Entre intervención e intervención los habitantes del nuevo Bella Vista también les regalaron a los visitantes una muestra de cómo ellos celebran. Hubo presentaciones de baile, de chirimía y de cantos que expresan que el dolor sólo se quita cantando, bailando y sonriéndole a cada dificultad.
Y así, entre palabras bonitas y recuerdos dolorosos se fue consumiendo el día para los habitantes del municipio. Para Dionisio Valencia Chalá, un bojayaceño de 64 años, lo más importante es que «el Gobierno cree empresas porque así la gente no se dedica a fumar y a vagar porque Bojayá es muy bonitio pero no hay nada que hacer».
El rostro de Dionisio parece como si el dolor estuviera incrustado en todo su ser, pero tiene esperanza y dice con firmeza: «Por mí, que todos los ministros vengan. Estas son las personas que nosotros necesitamos. Son personas que al menos nos tienen dentro de su corazón, que al menos miraron en la televisión lo que pasó acá y seres humanos que sienten lo que nosotros sufrimos, y me parece importante que nos tengan en cuenta para que no tengamos que irnos de acá».
Por su parte, Jhon Freddy Velasco, miembro del Comité por el derecho de las víctimas de la masacre de Bojayá, dice: «Esto es muy importante para los estudiantes como para cualquier persona de la comunidad porque por acá había muy poco acceso a internet y ya con todo lo que nos están dando, todo es más fácil». Jhon Freddy es otro de los sobrevivientes del 2 de mayo y cuenta que siempre hay celebración «todos los años conmemoramos el aniversario porque Bojayá todavía sigue viva por más que hayan muerto tantas personas, todavía el municipio está vivo».
Pero el día no acabaría hasta que se hiciera un recorrido por equipos, al modo de un carrera de observación, hacia los puntos Vive Digital instalados especialmente para la comunidad. Los amarillos arrancaron con ventaja, corrían y se reían con nerviosísmo durante el trayecto. El equipo verde también se unió a la diversión y bailó cuando hubo espacio para hacerlo de estación en estación. No tenían pruebas, sólo se necesitaba correr hacia los puntos para conocerlos, ubicarlos. En un momento inesperado el equipo azul alcanzó a sus competidores y llegó a tiempo para la inauguración de un Punto Vive digital.
Después de cortar la cinta que cerraba el sitio, las personas entraron por turnos para conocer el lugar. Allí se encontraron con la sorpresa de computadores, televisores y un Xbox One para que los jóvenes puedan jugar y ocupar su tiempo en cosas distintas a estar en la calle. Ahora el municipio pasaría de tener 20 niños por computador a dos niños por computador.
Ya la jornada se extinguía y sólo quedaría en la memoria de las personas que estuvieron ahí para recibir la internet de alta velocidad. Y David Luna se iba con satisfacción del deber cumplido y con el compromiso de haber sido nombrado padrino del municipio por el alcalde de Bojayá, el señor Jeremías Moreno, y señaló que seguirá trabajando para que sus ahijados «sean recordados no por la masacre que vivieron, sino por el perdón que lograron ofrecer».